Una de las disyuntivas que me vino a la mente cuando vi que el próximo libro que tenía en la lista era “El Lobo de Wall Street” era si valía la pena leerme 600 páginas o sin embargo con entregarle 3 horas de mi vida a Scorsese era suficiente.
Dicen siempre que las pelis nunca reflejan bien los libros, pero este caso en mi opinión, es la excepción.
Al final hice las dos cosas, pero porque soy un friki y siempre pienso que en algún rincón o frase perdida de algún libro descubriré una idea o una historia que luego me servirá para escribir algún artículo o sorprenderos en algún podcast.
Pero tengo que reconocer que si tienes tiempo limitado con la película es suficiente e incluso disfrutarás más con las excelentes actuaciones de secundarios que en el libro no son tan protagonistas pero que en la peli tienen su momento de gloria.
Pero quien fue Jordan Belfort en realidad ¿Qué hay de ficción y que es cierto en la película? ¿Qué escenas no fueron así?
Con ánimo de hacer spoiler te cuento alguna de estas ideas y también te hago un recopilatorio de las frases o apuntes que me he marcado del libro.
La gente no compra acciones. Hay que vendérselas.
No lo olvides nunca.
Belfort fue otro de los niños de oro de Wall Street de finales de los 80 y principios de los 90.
En una época dorada de los desmanes en la industria, dónde jóvenes sin casi estudios se habían hecho inmensamente ricos vendiendo bonos en Salomon Brothers y en Drexel Burnham, Belfort consiguió llegar a la gloria por otro camino.
Siempre pensé que todo su éxito se debía a la negociación y manipulación de penny stocks en el mercado OTC, pero en el libro el propio Belfort comenta que el principal negocio vino de la mano de la manipulación de salidas a bolsa.
Con varios testaferros Belfort conseguía eludir los controles y manipular el precio de las acciones. Tenía contratado a más de 1000 empleados para colocar entre sus clientes acciones donde la contraparte era alguna de las empresas que controlaba.
Se estima que así defraudó más de 100 millones…
¿Cómo lo hizo?
El 1% de la población de Estados Unidos está formada por jugadores compulsivos no reconocidos y que no pue- den resistir la tentación de tirar los dados una y otra vez, aun cuando éstos estén cargados para hacerlos perder.
Y la segunda es que, contrariamente a lo que se suponía hasta entonces, es posible enseñar a hombres y mujeres jóvenes que en conjunto tienen la habilidad social de una manada de búfalos de agua en celo y un coeficiente de inteligencia semejante al de Forrest Gump bajo una triple dosis de ácido, a ejercer como magos de Wall Street.
Se trata de escribir cada una de las palabras que deben decir y metérselas en la cabeza una y otra vez, todos los días, dos veces al día, durante un año entero.
Lo cierto es que su método y los desmanes que ocurrían en su firma no pasaban por alto a nadie.
Si duraron tanto tiempo fue por la falta de interés en la SEC, Fiscalía y FBI. En la mayoría de esos perfiles su vocación de servicio dura lo que dure una propuesta de una multinacional para incorporarse a sus departamentos jurídicos por unos cuantos millones de dólares al año.
La película muestra una persecución policial que nunca fue tal. El oficial que se obsesionó con llevarlo entre rejas nunca se reunió en un yate con Belfort ni hablaron por teléfono.
Belfort sabía que lo seguían por un informante dentro del FBI, pero pasaron varios años hasta que se presentaran cargos finalmente contra él.
Lamento comentaros que la escena (donde DiCaprio hace para mí su mejor papel y que nunca ganó un Oscar) dónde llega drogado intentando evitar que su amigo hable por el teléfono pinchado no fue tal cual.
Los destrozos existieron pero Danny no llegó a llamar en ningún momento, ni hablar de sus negocios.
Si Belfort cayó fue porque varias personas del círculo que había creado para lavar su dinero fueron haciendo pactos con el FBI para intentar salvarse. Algo que hizo el propio Belfort cuando llegó su hora de responder ante la justicia.
¿Qué fue de la vida de Jordan Belfort?
Por cierto, al final de la película hace un cameo el Lobo de Wall Street original. Luego de su breve paso por la prisión y de que su segunda esposa lo abandonase, se volvió a reinventar.
Animado por un compañero de celda escribió sus memorias que se han convertido en uno de los libros más vendidos del siglo y que daría base a la película.
Pero su verdadero negocio son las “charlas motivacionales” y las certificaciones del método de venta que tiene registrado.
Dedica 3 semanas de cada mes para viajar por el mundo cobrando decenas de miles de euros por unos minutos de su presencia.
¿Se ha reformado?
A sus 63 años podríamos pensar que ha dejado las andanzas, pero su imagen parece nunca alejarse de los problemas.
El FBI sigue pidiendo que pague con sus ingresos las indemnizaciones pendientes a sus víctimas.
Fue acusado recientemente de dar soporte al esquema piramidal de OmegaPro (una estafa cripto que también futbolistas españoles se vieron involucrados)
Él se defiende de que solo cobra por dar charlas y que no tiene relación con los promotores ni las empresas que le contratan.
Lo cual me parece de un cinismo equiparable al de los ponentes que dieron validez al esquema de Mundo Crypto y sus hermanos.
Si cobras por darle sesgo de autoridad a un esquema fraudulento no serás culpable pero si cooperador necesario.
Mi opinión sobre el libro “El Lobo de Wall Street”
Más allá de los detalles de su caso, de las incontables justificaciones de porque la persona era un personaje y de su obsesión por contar que a pesar de todo era un hombre enamorado y con honor.
No hay mucha más chicha que no veas en la película.
Belfort es un cínico, pero imagino que para Wall Street era Su Cínico. Y el inspirador de grandes equipos de ventas que cada día cogen el teléfono para intentar hacerse ricos haciendo de closer, setter e irse a Dubai con el dinero de perfectos desconocidos.
Hay mucho Belfort español en Andorra… Veremos si tienen el mismo final.
»¡Quiero que resolváis todos vuestros problemas haciéndoos ricos! ¡Quiero que afrontéis los problemas con decisión!
Quiero que empecéis a gastar dinero ahora mismo. Quiero que os en- deudéis. Que no os quede otra opción que triunfar.
Que las consecuencias del fracaso sean tan graves e inconcebibles que no os quede más remedio que hacer lo que sea para llegar al éxito.
»Y por eso os digo: ¡Actuad como si! Actuad como si fueseis adinerados, como si ya os hubieseis enriquecido y sin duda ello ocurrirá.
Actuad como si vuestra confianza fuese ilimitada y, sin duda, la gente confiará en vosotros.
Actuad como si nadie tuvie- se tanta experiencia como vosotros y la gente seguirá vuestros consejos. Y actuad como si ya fuerais unos triunfadores y, sin ningún lugar a dudas, ¡lo seréis!
»En fin, este negocio abre en menos de media hora. Así que id a vuestras mesas, recorred vuestras listas de clientes desde la A hasta la Z. ¡Y no toméis prisioneros! ¡Sed feroces! ¡Sed perros de ataque! ¡Sed unos terroristas telefónicos!
Haced exactamente lo que os digo y, creedme, de aquí a pocas horas, cuando todos los clientes estén ganando dinero, me lo estaréis agradeciendo.
Con estas palabras, abandoné el podio entre el rugir de los vítores de mil strattonitas, quienes ya se precipitaban sobre sus teléfonos y se ponían a seguir mi consejo: sacar los ojos a sus clientes.
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En su momento, yo también leí el libro y tiempo después vi la película. Respecto al primero, poco a poco, me fue desilusionando hasta que finalmente lo abandoné y ni tan siquiera llegué a finalizarlo; pero con la segunda, es que siento tal devoción hacia todo lo que hace Martin Scorsese, que era prácticamente imposible que la dejara pasar… interpretaciones buenísimas y una historia desenfrenada desde el principio, ideal para ser contada desde la perspectiva hollywoodiense.
Ahora bien, gracias a esta historia supe del tal Jordan Belfort, alguien a quien algunos se esfuerzan en tratar como si hubiera sido un inversor, y nada más lejos de la realidad, pues creo que tuvo un contemporáneo en la figura de Peter Lynch (que me disculpe por osar compararlo con este cachanchán). Mientras el primero amasó una fortuna ilícita por medio del fraude, la manipulación y la destrucción de valor para sus víctimas, el segundo construyó una fortuna personal considerable y generó miles de millones de dólares en riqueza para quienes invirtieron en su fondo, a través de la inversión ética, la investigación diligente y la creación de valor a largo plazo. Tan es esto así, que mientras Belfort sigue por ahí tratando que le vendas un bolígrafo en conferencias multinivel o según parece intentando repetir su hazaña con, como no podía ser con otra cosa que los bitcoins, Lynch está en su casa disfrutando no sólo de su fortuna, sino también de su familia. Esta diferencia es para mi fundamental, porque mientras Lynch representa a la inversión como fuerza positiva y productiva, Belfort no es más que la advertencia frente a los peligros de la avaricia desmedida y la falta de principios en el mundo financiero.
A pesar de que el mundo necesita más gente como Lynch, las redes sociales actuales no dejan de aforar replicantes de Belfort, por lo de hemos de cuidarnos y tratar bien a proyectos como “Salud Financiera”, ya que, a su manera, desde lo más simple, trata de que no seamos meros pagadores de las ansiadas escalas de comisiones y que sepamos beneficiarnos de los efectos positivos que el dinero tiene como herramienta capaz, no sólo de ser acumulada, sino sobre todo de ser gestionada, o, lo que es lo mismo, el paso de ahorrador a inversor.